Esta acera, la del lado sur de la carretera que va de Castellar a Pinedo, pertenece a Alfafar, pero la de enfrente ya es de Valencia. A veces, los términos dibujan líneas raras. El de Alfafar va desde aquí hasta El Saler, aparte de lo que queda cerca del pueblo.
Pepa Lladró (la coincidencia del apellido es sólo eso, coincidencia, pero ella dice que investigará si aún seremos familia de lejos) es la dueña de una tienda de comestibles muy peculiar, pues se asienta en un barrio partido entre dos municipios, a caballo entre la huerta y la arrozal, y aunque está tan cerca de Valencia, parece tan lejos, de manera que Ultramarinos Lladró da servicio a los habitantes de esta zona, a quienes les pilla bastante a trasmano desplazarse a lo que en realidad les queda lejos. Aunque la calle «tiene dos carteros, uno por cada lado, por cada municipio».
La tienda no atiende sólo la provisión de víveres como diríamos 'a falta de buenos', para cubrir olvidos, porque es la tienda de siempre de la gente de aquí, y de los agricultores de alrededor y trabajadores de talleres cercanos que acuden a comprar para su almuerzo o comida. Pepa prepara hasta bocadillos para llevarse, y es famosa por tener siempre buena fruta, y muy buena 'cansalà prensà', el rico tocino entreverado de Jabugo. Como ella dice, «tenim algunes cosetes».
Sin embargo, le queda poco para cerrar. Lo hará cuando alcance los 65 años y se jubile, el 1 de agosto del año que viene. Pero no se irá de la casa, no volverá a su pueblo de origen, Turís, porque tiene el corazón partido y le gusta este sitio, al lado mismo del puertecillo del Tremolar, lamentablemente olvidado, que conduce por el canal hasta la Albufera y antaño fue tan transitado. Aquí se descargaban y trasegaban a carros las barcas que llegaban repletas de sacos de arroz y de piedra de granito que se sacaba de viejas canteras en El Palmar. ¿Granito del lago?, le preguntamos, sorprendidos. Sí, sí, granito para la construcción, asegura.
La tienda comenzó como empezaron tantas tiendas en el campo valenciano, como tascas de vinos a las que iban los parroquianos y donde se vendían cuatro cosas, las que había, como azúcar, sal, jabón, aceite... Era la Tasca Ventura y se la quedaron los padres de Pepa para pasar a denominarse Casa Paco; Paco Lladró, que había llegado de Turís y poco a poco fue aumentando la oferta del establecimiento. Paco fue el gran impulsor, era la época dorada. En septiembre, el barrio se llenaba de jornaleros de Ademuz y Casas Ibáñez a segar el arroz.
Había tanta demanda que Paco puso a la hija mayor con un kiosko, como una pequeña delegación, al final del canal, donde trabajaba la popular 'Trilladora de Caguetes', en cuyo honor se mantiene hoy tal denominación en un camino local.
Pepa recuerda con añoranza «cuando venía tanta gente, que trabajaba en las trilladoras día y noche, a cuatro turnos; y por las noches, con aquellas luces, parecía que había verbenas..., y luego se iban en octubre y se quedaba todo tan solo, desangelado».
Para cuando se jubile ya tiene trabajo preparado: «Recopilaré todos los versos y escritos que tengo, porque siempre me ha gustado mucho escribir, disertar y actuar; me hubiera encantado estudiar arte dramático». Muchos vecinos y vecinas saben de su generosidad y de sus dotes 'versadoras', que reparte con emoción y desinteresadamente.